Una regla mínima a seguir cuando leamos la Palabra de Dios
Sigue con atención todo lo que leas y haz de tu corazón abierto morada de esas palabras.
Una regla para leer la Palabra de Dios podría incluir los siguientes aspectos:
Antes de empezar a leer, vacía tu alma de todo lo insustancial, es decir, de los pensamientos y preocupaciones que la dispersan.
Despierta en ti el deseo de conocer lo que estás por leer.
Comienza elevando una oración a Dios, lleno de fervor, y confíate a Su voluntad.
Sigue con atención todo lo que leas y haz de tu corazón abierto morada de esas palabras.
Lo que no haya llegado hasta tu corazón, vuélvelo a leer hasta que pueda entrar.
Desde luego, el ritmo de la lectura debe ser lento.
Deja de leer cuando sientas que tu alma no quera seguir alimentándose de palabras. Esto significa que se ha saciado.
Si tu alma se sobrecoge de forma especial con algún texto, detente ahí, conteniendo la lectura.
El mejor momento para leer la Palabra de Dios es por la mañana, las hagiografías de los santos de la Iglesia después del almuerzo, y los textos de los Santos Padres, antes de irte a acostar. De esta forma irás acumulando algo con cada día que pasa.
Mientras leas, mantén tu mente dirigida a tu propósito principal, el de imprimir la verdad en tu mente y avivar tu espíritu.
(Traducido de: Sfântul Teofan Zăvorâtul, Calea spre Mântuire, Editura Egumenița 2012, p.276-277)