Palabras de espiritualidad

Una señal de altura moral

  • Foto: Valentina Birgaoanu

    Foto: Valentina Birgaoanu

Optemos siempre por el perdón. ¿Por qué? Sobre todo, porque nos hace bien, y ese bien Dios nos lo multiplica.

El perdón a nuestros enemigos, amados míos, no es una señal de debilidad, como bien podríamos ser tentados a creer. Perdonar a nuestros adversarios no significa —en absoluto— estar de acuerdo con su forma de vida y con sus errores, sino dejar que sean otros, especialmente Dios, quienes los juzguen. Lo que tenemos que hacer es dar fe de nuestra altura moral, perdonándolos, porque podría ocurrir —¡y cuántos casos hay de esto!— que se enmienden y que sanen de sus maldades, justamente gracias a la oferta de nuestro perdón. Pensemos: si el perdón que ofrecemos actuara sinceramente en las relaciones humanas, en esas situaciones límite de conflicto profnndo, en casos de guerra... ¡si en tales casos interviniera el perdón recíproco, grandes males podrían evitarse!

Esto no significa, como dije antes, que el que perdona sea más débil que el otro. Al contrario, es señal de que tiene una “baza” de lucidez, de argumentos lógicos, de normalidad en su forma de pensar. Y es muy probable que esa “baza” tenga como consecuencia natural el perdón por parte del adversario.

El sentido del perdón al enemigo no es algo que tenga validez únicamente en esta vida. Afirmar semejante cosa sería limitarlo. El perdón es algo que influye en la eternidad.

Dicho esto, nuestro llamado sigue siendo el siguiente: optemos siempre por el perdón. ¿Por qué? Sobre todo, porque nos hace bien, y ese bien Dios nos lo multiplica.

(Traducido de: Casian, Episcopul Dunării de Jos, Scara Căinței, Editura Episcopiei Dunării de Jos, Galați, 2003, p. 54)