Ver nuestro interior
El límite de un hombre de estatura espiritual se extiende más allá de los márgenes del mundo entero.
Aquel que no se haya asustado jamás de sí mismo, es que no conoce lo que es el temor. Y es que todos los horrores exteriores a los que le teme el hombre se hallan, de hecho, en su interior, y de una forma muy atroz.
En nuestro interior hay una fosa muy profunda, y si nos asomáramos a ver lo que hay en su interior, nos llevaríamos un susto de muerte. Todos los mundos parecieran caber allí, en ese lugar, sin llegar a llenarlo. Y no importa qué nombre le pongamos: alma, mente, voluntad, sentimientos, afectos, pasiones, hombre interior o conciencia, que esa profundidad seguirá siendo indescriptible, indescifrable e innombrable. El hombre se extiende hasta donde lo haga su hambre. El límite de un salvaje lo marca lo que puedan abarcar sus ojos. El límite de un hombre de estatura espiritual se extiende más allá de los márgenes del mundo entero. Aunque todo el cosmos se convirtiera en un banquete, con todos sus dones puestos sobre la mesa, el hombre espiritual se quedaría con hambre.
Porque todo este cosmos, ataviado como un banquete nupcial, está lejos de Dios para los hambrientos espiritualmente. Ni siquiera puede saciar el hambre, sino solamente azuzarla mucho más. ¿Cómo podría satisfacer el hambre de un hombre espiritual? ¿Cómo podría saciar a aquel al que le provoca más hambre?
(Traducido de: Sfântul Nicolae Velimirovici, Gânduri despre bine și rău, Editura Predania, București, 2009, p. 23)