Palabras de espiritualidad

Viviendo la Pascua en un campo de concentración

    • Foto: Oana Nechifor

      Foto: Oana Nechifor

Para la Pascua, los 23 sacerdotes rumanos preparamos la Comunión, con un litro de vino y un cubo de agua, para 10 000 prisioneros ortodoxos, La fiecare ne-a dat comandantul câte un ou roş.

«En el campo de concentración de Oranki convivíamos 23 sacerdotes rumanos ortodoxos, cerca de 1200 católicos y unos 1000 pastores protestantes. Puedo decir que al menos los ortodoxos supimos resistir. Mi mejor amigo era un sacerdote católico, doctor en teología y filosofía, catedrático en Viena. Más tarde llegaría a ser cardenal de Bonn. Recuerdo que, a veces, entre sollozos, me decía: “¡Jamás pensé que la Iglesia Ortodoxa pudiera tener un culto tan bello!”.

Uno de esos años, para la Pascua, los 23 sacerdotes rumanos preparamos la Comunión, con un litro de vino y un cubo de agua, para 10 000 prisioneros ortodoxos, todos militares. Y todos eran como un coro. A la derecha observaban los católicos, a la izquierda los protestantes, en tanto que nosotros oficiábamos la Liturgia. ¿Había algo que pudiera impedírnoslo? [...]

Al comienzo, los rusos nos reprimían cuando intentábamos realizar nuestros oficios litúrgicos. Finalmente, el mismo comandante y sus soldados terminaron asistiendo cada vez que los celebrábamos.

Recuerdo que, en la Pascua de 1948, el comandante nos obsequió a cada uno un bizcocho pequeño y un huevo pintado de rojo, algo que los rusos no veían desde hacía más de 30 años. Aquel viejo militar decía que tenía buenos recuerdos de la guerra, y hasta nos contó que había estado en Piatra Neamţ con los alemanes y que allí había perdido una pierna. Hablaba un poco de rumano, legado del tiempo que estuvo internado en nuestros hospitales hasta recuperarse.

La noche de Pascua de ese año, en el campo de la Oranki, hubo luna llena. Una luna cálida y hermosa. Fue a comienzos de mayo. Hasta nos permitieron instalar un sistema de alambrado para la noche de Resurrección. Un ingeniero rumano se ocupó de todo ello, improvisando un motor activado por las aguas de un manantial cercano. Los alemanes eran muy disciplinados. Nosotros éramos inventivos e insumisos. De hecho, fuimos los primeros en hacer huelga un par de veces, con éxito».

(Traducido de: Părintele Dimitrie Bejan, Bucuriile suferinţei – Viaţa unui preot martir, Hârlău, 2002, pp. 54-55; 57)