Palabras de espiritualidad

Vuélvete a ti mismo y ordena tu interior

    • Foto: Bogdan Zamfirescu

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Limpien, con suspiros, el polvo de los pensamientos vanos e improductivos; prevengan que éstos vuelvan a acumularse, pensando siempre en Dios.

Arrepiéntanse, que el Reino de Dios está cerca”. Así se expresó el Señor sobre Su manifestación en este mundo, sobre el hecho que Él —Rey del Reino de salvación— ha venido ya y vive entre los hombres. En otro momento, Él respondió: “sepan que el Reino de Dios está en medio de ustedes” (Lucas 17, 21). Sin embargo, en ese entonces Él se encontraba entre los hombres pero fuera de ellos, sólo mostrándose y disponiendo los medios de habitar en su interior. Pero ahora entra en quienes, gracias a su fe viva, obtienen, por medio de los Santos Misterios, la comunión con Él: entra en sus corazones y domina ahí como un Rey muy esperado y salvador. Porque dice: “El que come Mi carne y bebe Mi sangre permanece en Mí y Yo en él” (Juan 6, 56). Y quienes han recibido este don, dan testimonio: “ahora no vivo yo, es Cristo quien vive en mí” (Gálatas 2, 20).

De una forma completamente imperceptible, el Señor entra en nosotros. Vuélvanse, pues, a sí mismos y ordenen todo lo que haya ahí dentro. Limpien, con suspiros, el polvo de los pensamientos vanos e improductivos; prevengan que éstos vuelvan a acumularse, pensando siempre en Dios. Laven con sus lágrimas la impureza de sus pensamientos y sus disposiciones espirituales pecaminosas; pongan, cual guardián, al santo discernimiento. Reparen y restauren, con su arrepentimiento sincero, todo lo que haya sido dañado y derruido con su caída en el pecado. Refuércense con la santa devoción, para poder cumplir con los mandamientos. Permitan que entre luz por las ventanas de la fe sincera y segura, para que puedan contemplar los misterios de las disposiciones divinas de la salvación. Inciensen la casa de su corazón con la mirra de sus oraciones y la ferviente devoción a Dios. Y, sobre todo, preparen la morada con amor sincero, para que venga a descansar Aquel que se entregó plenamente.

(Traducido de: Sfântul Teofan Zăvorâtul, Pregătirea pentru Spovedanie şi Sfânta Împărtăşanie, Editura Sophia, 2002, pp. 102-103)