“¡Yo no le hablo a nadie de Cristo si no me lo pide!”
“Yo oro por ellos, les ayudo a que reciban algún milagro, pero no les hablo. Quiero que ellos abran solos su alma y que sean ellos quienes me pidan que les hable”.
Es necesario que la misma persona quiera que se cumpla lo que espera. Recuerdo las palabras del padre Porfirio: “¡Yo no le hablo a nadie de Cristo si no me lo pide!”. No lo decía con egoísmo, sino por respeto a la libertad de los demás. “Yo oro por ellos, les ayudo a que reciban algún milagro, pero no les hablo. Quiero que ellos abran solos su alma y que sean ellos quienes me pidan que les hable”
Decían muchos, sobre todo los jóvenes: “Es la primera vez que conozco a un sacerdote que no habla nada sobre Dios”. Cuando una joven dijo esas palabras, el anciano le dijo:
—¡Por favor, hija mía, no me juzgues por no haberte dicho nada sobre Cristo! ¡Es por respeto, porque yo no le hablo a nadie de Cristo si no me lo pide!
La joven le pidió que le hablara algo sobre nuestro Señor, y entonces el padre Porfirio ideó un programa espiritual para jóvenes y principiantes, que seguramente aquella chica cumplió con alegría.
(Traducido de: Sfântul Porfirie Kafsokalivitul, Antologie de sfaturi şi îndrumări, Editura Bunavestire, Bacău, pp. 140-141)