“Yo prefiero confesarme directamente con Dios, sin la participación de un sacerdote”
Dios estableció que lo mejor para destruir ese orgullo es confesarnos con otro hombre como nosotros.
¿Por qué necesitamos un intermediario entre nosotros y Cristo? ¿Por qué es necesario confesar nuestros pecados?
—Porque estamos enfermos. Porque somos soberbios. El peor de los pecados es el orgullo: fue por causa de este pecado que muchos ángeles cayeron del Cielo. San Juan Casiano dice que el ángel era puro como la luz, no tenía ningún mal pensamiento, no tenía los apetitos contra los cuales luchamos nosotros; sin embargo, un solo pensamiento soberbio lo hizo caer a lo más profundo del infierno. Luego, también nosotros, en primer lugar, luchamos contra el orgullo. Por eso fue que Dios estableció que lo mejor para destruir ese orgullo es confesarnos con otro hombre como nosotros.
Si dices que te confiesas directamente con Dios y que no necesitas de la intervención de nadie más, ¿no crees que estás despreciando a tu semejante? Acuérdate de que Dios te ordenó amar y hacerte humilde. Él Mismo fue Quien dijo que aquel que se enaltezca será humillado y el que se humille será enaltecido. Entonces ¿está bien acercarte a ese Dios, pisoteando la cabeza de tu padre espiritual y pasando por encima del sacerdocio que Cristo instituyó en el mundo, al decir: “Quien os obedezca a vosotros, a Mí me está obedeciendo, y quien os reciba a vosotros, a Mí me estará recibiendo”?
(Traducido de: Ieromonah Savatie Baștovoi, A iubi înseamnă a ierta, Editura Cathisma, București, 2010, pp. 86-87)