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La fiesta de la Teofanía, motivo de júbilo para los cristianos

  • Foto: Tudorel Rusu

    Foto: Tudorel Rusu

Este año, la fiesta del Bautismo del Señor fue celebrada en la Catedral Metropolitana de Iași, con la Divina Liturgia oficiada por Su Alta Eminencia Teófano, Metropolitano de Moldova y Bucovina, junto con una congregación de sacerdotes y diáconos. Posteriormente, el mismo jerarca celebró, en la explanada de la catedral, el oficio de la gran santificación del agua.

En su homilía, pronunciada después de la lectura del Evangelio, el Metropolitano de Moldova y Bucovina habló de tres propósitos que Cristo, nuestro Señor, con Su Bautismo, cumplió para la humanidad:

«El Bautismo de nuestro Señor Jesucristo persiguió y cumplió distintos propósitos: purificarnos de nuestros pecados, con los cuales Él Mismo se vistió y se sumergió en lo profundo del Jordán. Nuestro Señor Jesucristo se bautizó en el Jordán, para que las aguas de este río y todos los demás ríos y mares del mundo fueran bendecidos, (para que) toda la creación de Dios, tanto aquí en la tierra como en los astros de las galaxias, fuera bendecida por Dios con el descenso del Espíritu Santo. Nuestro Señor Jesucristo se bautizó en el Jordán para preparar nuestro propio bautismo, para cumplir lo que dice el Santo Apóstol Pablo: pueblo escogido, dispuesto a hacer siempre el bien”, porque, por medio del bautismo pasamos a ser parte del pueblo de Dios, “linaje escogido, sacerdocio real, nación consagrada”».

Siguendo lo que dictan las disposiciones específicas para esta fiesta, antes del final de la Divina Liturgia, la congregación de clérigos oficiantes salió a la explanada que está frente a la catedral, para celebrar ahí el oficio de la gran santificacion del agua. 

«Presentamos a Dios un pensamiento de gratitud por este bendecido dia; consuelo, fuerzas y paciencia para el año que estamos empezando. Hoy hemos escuchado algunas palabras del Antiguo Testamento, que exhortan al hombre a la alegría. El Señor nos llama a la alegría ahora, al comenzar un nuevo año, cuando la Iglesia nos presenta la santa realidad, que de hecho nos da vida, para que no caigamos en la desesperanza y para que luchemos por mantenernos llenos de este gozo. En este santo Día, Dios, el único que no yerra, nos llama a vestirnos en el gran misterio del júbilo, a encontrar, por Su poder, fuentes de alegría en nuestra vida y en la vida del mundo. Dicen los ancianos: “¡Haz un Paraíso con lo que tienes!”, es decir, encontremos un motivo para la alegría y para el Paraíso en todo lo que tenemos en nosotros y a nuestro alrededor;  y es que el Paraíso, el estado espiritual de Paraíso, se muestra especialmente en el estado de alegría. Cuando amas en verdad a alguien, en tu corazón nace la alegría del Paraíso».

«Que Dios esté con nosotros, con nuestro país, con la Iglesia, con Ucrania, con Tierra Santa, ahí en donde más se le necesita, es decir, en nuestro corazón. Si Dios está presente en nuestro corazón, puede haber paz entre nosotros, los hombres, pero también entre los pueblos del mundo» dijo, al final, el Metropolitano Teófano.

El agua bendita de esta fiesta (Aghiasma Mare, en rumano) se consume cada mañana, durante ocho días, antes de gustar un trocito de antidoron, hasta el 14 de enero, cuando se cumplen ocho días después de esta fiesta real. Con la invocación del Espíritu Santo, el agua que ha sido bendecida obtiene el poder de santificar, sanar y ahuyentar a los espíritus impuros. Durante el oficio litúrgico de esta fiesta, los fieles oran para que el agua bendita sirva, para quienes van a ser rociados con ella o quienes van consumirla,  para “purificación de las almas y los cuerpos, para la sanación de las pasiones, para la santificación de las casas y para todo lo que sea necesario”.

La fiesta del 6 de enero nos recuerda nuestro propio bautismo

Llamada Epifanía o Teofanía¸ la fiesta del Bautismo del Señor representa una de las más antiguas festividades cristianas, mencionada ya desde el siglo III. Al ser bautizado por San Juan, nuestro Señor se mostró al mundo, por primera vez, como el Mesías. Al mismo tiempo, la Santísima Trinidad también se reveló: el Padre, dando testimonio desde el Cielo; el Hijo, en las aguas del Jordán y el Espíritu Santo, con el aspecto de una paloma. En la antigüedad, al Bautismo del Señor se le llamaba también “la fiesta de las luces”, porque entonces eran bautizados los catecúmenos y se volvían neófitos o los nuevos iluminados, debido a que el bautismo era considerado una iluminación. Originalmente, el Bautismo del Señor era celebrado al mismo tiempo que la Natividad del Señor, hasta el siglo IV, cuando las dos fiestas fueron separadas.

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