Palabras de espiritualidad

¿Acaso te crees el centro del universo?

    • Foto: Oana Nechifor

      Foto: Oana Nechifor

El orgulloso llega a auto-divinizarse, haciendo de sí mismo un “pequeño dios”, reemplazando al Verdadero Dios

Creyéndose superior a los demás, buscando cómo aventajarlos, considerándose mejor que todos y poniéndose en el centro de todo; atribuyéndose todas las cualidades y virtudes, o sintiendo que ya ha alcanzado la plenitud en algunas de ellas, el orgulloso llega a auto-divinizarse, haciendo de sí mismo un “pequeño dios”, reemplazando al Verdadero Dios, Quien es realmente absoluto, cima y centro, principio y final de todo lo creado. Él es Quien da sentido y valor a cada cosa; Él es fuente y fundamento de todas las virtudes y de todo bien, y precursor de la perfección.

Porque se absolutiza a sí mismo, el vanidoso no admite ningún rival, no soporta tan siquiera una comparación que pudiera dejarle en condición de inferioridad, temiendo a todo lo que pudiera socavar la imagen que tiene de sí mismo. Por esta razón y para confirmar su superioridad ante sí mismo y ante los demás, juzga sin piedad a sus semejantes, despreciándolos y humillándolos. Y, frente a aquello que podría prejuzgar su “superioridad” se muestra duro y agresivo, buscando defender a toda costa la imagen ventajosa que tiene de sí mismo y que quiere imponer a quienes le rodean. Desprecia y humilla a su semejante, porque ha reemplazado a Dios y se ha puesto en Su lugar. Por eso, no le interesa ver la imagen de Dios en los demás, imagen que hace de cada persona un hijo de Dios y que le confiere, por participación, la dignidad y superioridad de Dios mismo.

(Traducido de: Jean-Claude Larchet, Terapeutica bolilor spirituale, Editura Sophia, Bucureşti, 2001, p. 214)

 

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