Palabras de espiritualidad

Acerca de la persona del sacerdote

    • Foto: Oana Nechifor

      Foto: Oana Nechifor

De la boca del sacerdote —sin importar quién sea—, cuando oficia los sacramentos, salen monedas, palabras de oro, que, si las creemos, pueden salvarnos, porque tienen esa fuerza de salvación.

Hay quienes dicen: “No quiero ir a la iglesia, porque el sacerdote es esto y aquello...”.

Quien invoca semejantes argumentos para contestar la autoridad del sacerdocio no tiene ninguna razón. El sacerdocio, tal como nos enseña la Iglesia Ortodoxa, no pierde su valor si el sacerdote que oficia los sacramentos tiene alguna debilidad. ¿Qué pasaría si el sacerdocio dependiera de los juicios subjetivos de cada quien? ¡Todos los sacerdotes se verían expuestos a cualquier clase de objeciones morales, y los sacramentos que hayan oficiado serían tachados como inválidos, nulos e ineficaces! Debemos saber que hasta el sacerdote más indigno, mientras haya sido ordenado canónicamente y no haya sido sancionado canónicamente, puede oficiar los sacramentos, y los sacramentos que oficie serán igual de válidos que los celebrados por el más santo de todos los clérigos. Pero ¿qué piensan y cómo actúan las personas en relación con los representantes de la autoridad en el mundo? Para ser servidos por el presidente de la comunidad u otros funcionarios estatales, no examinan cómo son, sino que les interesa si ejercen legítimamente el poder. O, para poner un ejemplo concreto, supongamos que hay una persona que reparte monedas, sabiendo que son auténticas; a nadie se le ocurriría ponerse a indagar si aquella persona tiene las manos limpias o sucias, sino que todos correrían a recoger el dinero que está arrojando. El valor de las monedas no depende de quien las lleva consigo. Cada una tiene su propio valor. Y, aunque alguna caiga en el fango, no por eso estará perdiendo ese valor.

¿Me entienden, cristianos míos? De la boca del sacerdote —sin importar quién sea—, cuando oficia los sacramentos, salen monedas, palabras de oro, que, si las creemos, pueden salvarnos, porque tienen esa fuerza de salvación.

(Traducido de: Ne vorbeşte Părintele Augustin, Mitropolitul de 104 ani - Predici ale Mitropolitului de Florina, Părintele Augustin Kandiotis, vol. XIII, traducere de Valeriu Paloş, Editura Metamorfosi, 2013, pp. 107-108)