El que no quiere sanar, no sana. El que quiere, es sanado por la Gracia de Dios. Así es como entendemos quién es el responsable de lo que sucede en nuestro interior y nos dejamos convencer para sanar. ¡Acudamos a la Madre del Señor! ¡Ella sabe cómo resolver todo! ¡Corramos hacia ella, pero con fe!  La fe se manifiesta con la voluntad. Si el hombre quiere sanar: “¿Quieres sanar?”, tiene que responder: “¡Sí, quiero sanar!”. Cuando lo quiere en verdad, manifiesta una fe verdadera. Las personas que viven con sus dioses, sufren, no tienen paz, no encuentran sanación.

Los cristianos verdaderos tienen esta oportunidad. Tienen a Cristo, tienen a la Madre del Señor. Quienes creemos en Cristo, los que somos miembros vivos de la Iglesia y creemos en la Madre del Señor, la consideramos nuestra Madre; por eso, ¡busquémosla con insistencia! Acudamos a ella, presentémosle nuestras plegarias. ¡Oremos a ella con toda el alma, con todo el corazón, con toda la fe y todas nuestras fuerzas! Demostrémosle nuestra devoción, hagamos postraciones, veneremos su ícono, unjámonos con el aceite de su veladora, para que sane nuestro cuerpo y nuestra alma, para que sanemos de todas nuestras enfermedades físicas y espirituales.

(Traducido de: Arhimandritul Simeon Kraiopoulos, Sufletul meu, temnița mea, Editura Bizantină, p. 100-101)