¡Acuérdate de tus deberes de cristiano, hermano!
Sé manso, paciente, afable y simple, con un corazón como de niño, porque el Señor dice: “Si no cambiáis y os hacéis como los niños, no entraréis en el Reino de los Cielos” (Mateo 18, 3).
No guardes rencor en tu corazón en contra de nadie; de lo contrario, tu oración no se elevará pura hacia Dios. “Que no se ponga el sol mientras estéis airados” (Efesios 4, 26). Sé manso, paciente, afable y simple, con un corazón como de niño, porque el Señor dice: “Si no cambiáis y os hacéis como los niños, no entraréis en el Reino de los Cielos” (Mateo 18, 3).
No te entristezcas si sufres alguna afliección por causa de las difamaciones o las injurias: “la tristeza del mundo produce la muerte” (II Corintios 7, 10). Entristécete solamente por tus pecados, pero, de ninguna manera, por cualquier otra cosa, porque todo lo que hay en este mundo es vano. No alces la voz, enfurecido en contra de tu semejante, porque “a un siervo del Señor no le conviene altercar, sino ser amable” (II Timoteo 2, 24). Que de tu boca no salga ni juramento, ni ofensa, ni murmuración, porque la boca es santificada con los cantos de nuestras oraciones y las alabanzas que ofrecemos a Dios.
(Traducido de: Patericul Lavrei Sfântului Sava, Editura Egumenița, 2010, pp. 133-134)