Acuérdense que sus hijos tienen corazón y alma
Obsérvenlos con cuidado. Escuchen los suspiros de sus hijos mientras duermen. Sean más transigentes con ellos. Póngales más atención. Intenten entender con mayor profundidad su vida. Mírenlos más detenidamente a los ojos. Vean sus rostros: no siempre parecen estar en paz. Entren en sus almas y en sus corazones.
Dios creó un mundo en el que los niños puedan sentirse bien, aunque esto depende de nosotros, de los adultos. Depende de nosotros cómo se sientan ellos. Pero, ¿qué podemos hacer en nuestras familias, en el mundo, de tal forma que los niños no se sientan en un medio hostil?
“Y ustedes, padres, no sean pesados con sus hijos... ” (Efesios 6, 4); estas palabras quieren decir: no los decepcionen, no los instiguen, no los perturben, no les destruyan el alma con lo que ustedes hacen, dicen y piensan. Hablen mucho más con ellos. Obsérvenlos con cuidado. Escuchen los suspiros de sus hijos mientras duermen. Sean más transigentes con ellos. Póngales más atención. Intenten entender con mayor profundidad su vida. Mírenlos más detenidamente a los ojos. Vean sus rostros: no siempre parecen estar en paz. Entren en sus almas y en sus corazones.
No se les ocurra pensar que ya han cumplido con su deber, ofreciéndoles qué comer y qué vestir. Tan sólo piensen que ellos no son únicamente estómago, cuerpo. Recuerden que ellos tienen corazón y alma.
(Traducido de. Arhiepiscopul Iustinian Chira, Cuvintele Părintelui - un ghid al frumuseţii lăuntrice, Editura Mega, 2009, p. 95)