Ahí donde está la mente, está también el corazón
El lugar del corazón debe ser buscado con delicadeza: cuando la oración crezca, ella misma encontrará su sitio.
«Cuando tu oración se fortalezca y persevere, no permitas que disminuya tu atención. De lo contrario, te atormentarán las pasiones.
Y esto no será un engaño, sino algo natural, algo que proviene de la acción equivocada de la mente. Si, por ejemplo, creyeras que lo dulce del mundo es un don de Dios, sí que estarías engañándote.
Ese es el tipo de cosas que no debes aceptar. Sobre esto escribió mucho San Simeón el Nuevo Teólogo, al hablar de la oración. El lugar del corazón debe ser buscado con delicadeza: cuando la oración crezca, ella misma encontrará su sitio. Nuestro esfuerzo debe centrarse en cerrar la mente repitiendo: “Señor Jesucristo, Hijo de Dios, ten piedad de mí, pecador”. El Santo Jerarca Demetrio nos enseña: “Ahí donde está la mente, está también el corazón”».
(Traducido de: Starețul Anatolie de la Optina, Editura Doxologia, Iași, 2012, p. 105)