Palabras de espiritualidad

Al comenzar el período del Triodo…

    • Foto: Oana Nechifor

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En la vida de la Iglesia, el Triodo tiene dos sentidos: el sentido de período litúrgico en el cual el Señor es presentado como Sacerdote y Sacrificio, al mismo tiempo, y el sentido de período pre-pascual, de preparación para la gran fiesta de la Resurrección. 

“Ayunando, hermanos, con el cuerpo, ayunemos también con el espíritu”

En el Año Litúrgico, que es el camino que todos los cristianos ortodoxos recorremos en el marco santificante de la Santa Iglesia, se alterna el sentimiento de la alegría de la Resurrección del Señor con el misterio de nuestra salvación, realizada por medio del Sacrificio en el Gólgota. Tenemos, así pues, dos grandes temas que podemos observar ya desde el medio litúrgico exterior: las vestiduras de los sacerdotes y todo aquello que atavía el Santo Altar deviene sombrío o de colores oscuros; la luz es más pálida, utilizándose la candela y la veladora mucho más que otros períodos del año; los cánticos adquieren un tono de lamentación y están llenos de mensajes de contrición. “Ten piedad de mí, Señor, ten piedad de mí” se convierte el himno de la Iglesia. Todo esto nos indica que hemos entrado en otro período litúrgico: el Triodo.

Hablamos, así pues, de un período litúrgico, pero también de un libro que “da el tono” al período que empieza con el Domingo del Fariseo y el Publicano, y se cierra el Sábado Mayor, en las vísperas de la Resurrección de nuestro Señor Jesucristo.

El período del Triodo adquiere su nombre de la palabra griega triodion, que subraya el hecho de que, en los oficios litúrgicos, los cánticos de los Maitines están conformados solamente por tres estrofas, detalle de gran importancia para quienes tiene la tarea de cantar en la iglesia.

En su libro El Triodo explicado. Mistagogía del tiempo litúrgico, el hieromonje Macario de Simonos Petra explica el hecho de que, en la vida de la Iglesia, el Triodo tiene dos sentidos: el sentido de período litúrgico en el cual el Señor es presentado como Sacerdote y Sacrificio, al mismo tiempo, y el sentido de período pre-pascual, de preparación para la gran fiesta de la Resurrección.

El Triodo tiene en su centro el Ayuno Mayor o Gran Cuaresma, precedido de tres semanas de preparación, que empiezan con el Domingo del Publicano y el Fariseo, continúan con el Domingo del Hijo Pródigo, el Domingo del Estremecedor Juicio (cuando se deja de consumir carne) y el Domingo de la Expulsión de Adán del Paraíso (cuando se cierra el período para el consumo de lácteos).

Con el comienzo de la Gran Cuaresma, el tiempo litúrgico lo constituyen otros domingos: el de la Ortodoxia, el de San Gregorio Palamás, el de la Santa Cruz, el de San Juan Climaco, el de la Santa y Venerable María de Egipto, culminando con el Domingo de Ramos (o Flores), que abre la Semana de la Divina Pasión.

Más allá de estos elementos que pertenecen a la vida sacramental de la Santa Iglesia, el período del Triodo tiene que constituir, en el plano personal, un tiempo de santificación de la vida. Este período, en el que las “preocupaciones cotidianas” tendrían que pasar a ocupar un segundo plano, nuestros esfuerzos espirituales deben verse intensificados, con tal de prepararnos debidamente para  la gran fiesta de la Resurrección de nuestro Señor Jesucristo.