Alejando los malos pensamientos
Y tú, cuando seas asediado por los pensamientos, llama al Señor Jesús, incesante y perseverantemente, y verás que desaparecerán.
Junto al rechazo y desprecio a los malos pensamientos, es necesario alejarlos completamente, cosa que no es posible sino orando. San Gregorio de Sinaí escribió un capítulo entero, titulado: “Sobre cómo alejar los pensamientos”, en el cual encontramos estas líneas: “Ningún principiante podría alejar ningún pensamiento, sin el concurso de Dios. Porque sólo los fuertes pueden combatir y alejar los pensamientos. Pero tampoco éstos luchan solos, sino que lo hacen con la ayuda de Dios, dotados con Sus armas. Y tú, cuando seas asediado por los pensamientos, llama al Señor Jesús, incesante y perseverantemente, y verás que desaparecerán. Porque, no pudiendo soportar el calor que en tu corazón provoca la oración, huyen como si se quemaran".
El nombre de nuestro Señor Jesucristo azota al demonio y la presencia de la gracia divina produce un calor gratífico en el corazón. Estas dos cosas, el nombre de Jesús y el calor del corazón queman la maleza de los malos pensamientos, alejándolos de la mente. A quien ya no le quedan fuerzas para orar, San Gregorio el Sinaíta le dice: “El que no puede orar los vence de otra forma, imitando a Moisés. Porque, levantándose y alzando manos y ojos al cielo, el mismísimo Dios hará que (los pensamientos) desaparezcan". Y San Hesiquio el Sinaíta nos aconseja: “Cada vez que se multipliquen en nosotros los malos pensamientos, llamemos a nuestro Señor Jesucristo, y veremos cómo se disipan como el humo, así como nos lo enseña la experiencia".
El hombre no se puede librar de los pensamientos demoníacos por sus propios medios. Aunque nos creamos juiciosos, debemos ignorar todo pensamiento y poner nuestra esperanza en Dios, pidiéndole: “¡Señor, que se haga de acuerdo a Tu voluntad!”. Esto es muy importante, sabiendo que, en momentos de tentación, muchos intentan enfrentarla por sus propios medios. Pero su mente no puede vencer los pensamientos perniciosos, por mucho que se esfuercen. Recordemos que, en la lucha en contra de los pensamientos perversos, no estamos luchando simplemente contra una idea, sino en contra del mismo demonio.
(Traducido de: Mitropolit Hierotheos Vlachos, Psihoterapia ortodoxă: știința sfinților părinți, traducere de Irina Luminița Niculescu, Editura Învierea, Arhiepiscopia Timișoarei, 1998, pp. 271-272)