Algunos consejos para alcanzar la oración que da frutos
“Cuando oren, hagan también algunas postraciones, aunque esto les canse un poco. La oración, si es acompañada de un esfuerzo voluntario, se vuelve más agradable a Dios y da frutos que perduran”.
El anciano Anfiloquio les decía a sus monjas: “Quiero que funden verdaderas estaciones de oración en sus propias ‘islas’. Quiero escuchar la voz del Señor en ustedes. ¡Quiero que el Señor hable desde sus corazones! ¿Cómo? Haciendo de cada corazón un trono de Dios, por medio de la Oración de Jesús”.
El anciano Porfirio decía: “Cuando oren, hagan también algunas postraciones, aunque esto les canse un poco. La oración, si es acompañada de un esfuerzo voluntario, se vuelve más agradable a Dios y da frutos que perduran”.
Jerónimo, el Venerable de Eghina, aconsejaba: “Si tu mente está dirigida a Dios, te resultará sencillo empezar a orar, aun estando tendido en tu lecho. Al contrario, si tu mente se distrae, aunque te postres de rodillas, no podrás sentir la oración y esta quedará sin frutos. Cuando esto sucede, no recibes ningún consuelo y hasta te duele la cabeza, porque tu oración es incapaz de brindarte una mínima alegría”.
En una de sus epístolas, el anciano José explicaba: “Si alguien se me acercara cuando oro, escucharía mis súplicas y mis suspiros, y vería las lágrimas que derramo por mis semejantes. Toda la noche oro y clamo: ¡Señor, salva a todos mis hermanos, o bórrame a mí del Libro de la Vida, porque no quiero entrar solo al Paraíso!”.
(Traducido de: IPS Andrei Andreicuț, Mai putem trăi frumos?, Editura Renașterea, Cluj-Napoca, 2012, pp. 98-99)