Palabras de espiritualidad

¡“Alumbremos” a nuestro padre espiritual con nuestras oraciones!

    • Foto: Flavius Popa

      Foto: Flavius Popa

¡Acudamos a Dios! Pidámosle a Él: “Señor, te suplico que le des a mi confesor las palabras adecuadas”.

Quiero recordar aquí unas palabras de San Serafín de Sarov, quien conocía con su espíritu no solo toda tu vida y lo que ocurría en el seno de tu familia o con tus amigos, sino que también era capaz de discernir lo que los demás habrían de hacer. En cierta ocasión, un hombre, lleno de asombro, le preguntó: “Padre bueno, ¿cómo sabe usted todas las cosas de mi vida y los nombres de todos los que me rodean?”,  Y él le respondió: “Yo no sé nada, solamente elevo mis oraciones a Dios. Él es Quien sabe todo, no yo. Orando, te digo la primera palabra que me viene al corazón, y sé que proviene de Dios”.

Así, sucede que yo no sé qué hacer y mi padre espiritual tampoco sabe qué aconsejarme. Pero yo le pido a Dios, y él también. Y, entonces, tiene lugar ese misterio —y en esto también consta la obediencia— que, dirigiéndonos a Dios, por medio de nuestro padre espiritual, como decía el padre Sofronio, hacemos de él un profeta. Puede que ya lo sea, puede que no, pero mi obediencia lo hace un profeta. De cierta manera, si mi estado de obediencia es auténtico, este “da a luz” a mi padre espiritual. Yo mismo “doy a luz” a mi padre espiritual. Así son las cosas de Dios… ¡muchas veces parecieran estar al revés!

Cuando digo esto no es para confundir a nadie, porque el maligno nos puede tentar también de esta manera: “¿Y si mi padre espiritual no sabe qué decirme? ¿Y si no sabe el qué o el cómo?”. ¡No nos confundamos! ¡Alumbremos” a nuestro padre espiritual con nuestras oraciones! ¡Acudamos a Dios! Pidámosle a Él: “Señor, te suplico que le des a mi confesor las palabras adecuadas”. Y humillémonos ante él, en el nombre del Señor. Con esto, nuestro padre espiritual encontrará las palabras que debe decirnos, aunque no vengan de él, como decía San Serafín de Sarov, porque, orando y confiando en Dios, no nos dejará en el engaño, no nos dejará en el camino.

(Traducido de: Celălalt Noica - mărturii ale monahului Rafail, însoțite de câteva cuvinte de folos ale părintelui Symeon, ediție îngrijită de Pr. Eugen Drăgoi și Pr. Ninel Țugui, Editura Anastasia, București, 2002, p.104-105)