Creo que algunos de ustedes recuerdan cómo me gustan los salmos 22 y 102. Y en el salmo 102 se dice, sobre Dios: “A semejanza de la distancia que hay entre cielos y tierra, así de grande es también la misericordia de Dios para los que le temen. Así como el amanecer se halla lejos del ocaso, así ha alejado Él nuestras iniquidades. Así como un padre se apiada de sus hijos, así también el Señor se ha apiadado de los que le temen”.

Cuando tienes tales convicciones, que llegan a penetrar completamente en la configuración de tu ser, no es posible que Dios no sea tu alegría, que no lo ames y que no sientas la alegría del amor y del cumplimiento de Sus mandamientos, así como puedas tú practicarlos. Lo mismo sucede con el amor al prójimo. Cuando amas eres feliz, sientes una alegría especial, entras en la esfera de la felicidad.

(Traducido de: Arhimandrit Teofil Părăian, Iubirea de aproapele – ajutor pentru bucuria vieții, Editura Doxologia, Iași, 2014, pp. 30-31)