Que la mujer obedezca a su esposo, cuando éste tenga a Cristo como cabeza
“Que la mujer obedezca a su esposo”, cuando Cristo sea la cabeza del hombre. Pero si la cabeza del marido es el pecado y su estómago, su dios, entonces la mujer no tiene nada que escuchar de él. Sin Cristo, el hombre está muerto, y el consejo de los muertos lleva a la muerte... No teman, pues, a los muertos. No teman a los que no temen a Dios. Teman, en todo caso, al pecado, porque de este miedo participaron también los santos.
Un matrimonio cristiano no puede celebrarse sino entre cristianos convencidos. Los que no creen en Dios no pueden participar de este Misterio, atributo de Ése en quien no creen. Mientras la persona está fuera de la fe verdadera, todo lo que hace es pecado y el pecado es su ley. Y con los que no creen, la vida en pureza no es posible. Siendo pacientes con ellos, puede que dejen conquistarse por Dios, y resucitar de la muerte en que viven. Porque, mientras son sólo cuerpo, entre los muertos se hallan; mas, al conocer a Dios y a su propia alma, resucitan y comienzan a arrepentirse. Ayúdenlos, sean pacientes con ellos, pero oponiéndose a su pecado, aunque esto signifique, para ustedes, un martirio permanente.
“Que la mujer obedezca a su esposo”, cuando Cristo sea la cabeza del hombre. Pero si la cabeza del marido es el pecado y su estómago, su dios, entonces la mujer no tiene nada que escuchar de él. Sin Cristo, el hombre está muerto, y el consejo de los muertos lleva a la muerte... ¡No sigan al que va a la muerte! No teman, pues, a los muertos. No teman a los que no temen a Dios. Teman, en todo caso, al pecado, porque de este miedo participaron también los santos.
(Traducido de: Părintele Arsenie Boca, Ridicarea Căsătoriei la înălţimea de Taină, Editura Agaton, Făgăraş 2002, p. 23)