Amor, misericordia y paciencia
El cumplimiento de los mandamientos y la realización de las virtudes es imposible sin humildad y paciencia.
Los cristianos de la antigüedad, gracias a su enorme devoción espiritual, se esmeraban mucho en el ayuno, las vigilias y en el canto permanente de los Salmos y otras plegarias.
En lo que respecta a nosotros, debido a nuestra debilidad y a nuestra desidia en la búsqueda de la salvación, todas esas virtudes nos son ajenas. Procuremos realizar al menos lo estrictamente necesario, eso que nos ordena el Santo Apóstol Pablo, al decir: “Ayudaos mutuamente a llevar vuestras cargas y cumplid así la ley de Cristo” (Gálatas 6, 2).
No obstante, el cumplimiento de esos mandatos y la realización de las virtudes es imposible sin humildad y paciencia, porque la humildad da fuerzas en cualquier virtud, y sin paciencia no es posible hacer nada bueno y provechoso.
De acuerdo al testimonio de los venerables Calixto e Ignacio, el amor, la misericordia y la humildad se distinguen solamente en su denominación, sin embargo, tienen la misma fuerza y acción. El amor y la misericordia no pueden existir sin la humildad, y esta no podría hacerlo sin la piedad y el amor.
Estas virtudes son armas invictas ante el demonio, porque este no soporta ni siquiera su sola presencia. Armémonos, pues, con esta trinidad de virtudes, y acerquémonos a Dios, porque así podremos recibir la misericordia eterna del Señor resucitado, a Quien se debe toda honra y poder, honor y alabanza, junto con Su Padre eterno y con el Santísimo Espíritu, por los siglos de los siglos. Amén.
(Traducido de: Sfântul Ambrozie de la Optina, Sfaturi pentru familia creștină, Editura Platytera, p. 110)