Palabras de espiritualidad

Aprendamos a ser hombres de paz, sin importar las circunstancias

  • Foto: Oana Nechifor

    Foto: Oana Nechifor

Si guardas la paz solamente cuando las condiciones te son propicias, es que no eres un hombre de paz.

En el Paterikon aparece el relato de un hombre que fue a un monasterio. Al terminar la Liturgia, algunos monjes lo invitaron a la mesa y él se sentó a comer con ellos. En un momento dado, alguien dijo: “¿Quién invitó a este a comer? ¡Sáquenlo de aquí!”. Y lo echaron del comedor. Y el hombre se fue. Después, otros dijeron: “Oye, no está bien sacar a alguien así. ¡Invítenlo a entrar nuevamente!”. Y fueron a llamarlo. Y el hombre vino y se sentó a comer como si nada hubiera pasado. Más tarde, algunos le preguntaron: “¿Qué pensaste en tu corazón cuando te echaron y te fuiste, y después te llamaron de nuevo y viniste? Cualquiera habría dicho: ‘¿Para qué me llaman ahora, después de echarme?’”. ¿Y qué fue lo que dijo? “Pensé que era como un perro, el cual, cuando lo echas, se va, y cuando lo llamas, regresa nuevamente”

Alguien me preguntó: “Si alguien le hiciera lo mismo a usted, ¿cómo procedería, padre?”. Ciertamente, nunca he vivido una situación parecida. Pero si hay paz en mi alma, una paz proveniente de la fe en Dios, tendría que actuar como el hombre de aquel relato. Y si no soy capaz de obrar así, es que aún no he alcanzado la medida de ser un vencedor por la fe.

Si guardas la paz solamente cuando las condiciones te son propicias, es que no eres un hombre de paz.

(Traducido de: Arhimandritul Teofil Părăian, Veniți de luați bucurie, Editura Teognost, Cluj-Napoca, 2001, p. 43)