La realidad del cristiano en la Iglesia
El presente en la Iglesia está siempre sustentado por un pasado vivo, porque nuestro Señor Jesucristo, Dios-Hombre, Quien es el mismo ayer, hoy y siempre (Hebreos 13, 8), vive incesantemente en Su cuerpo divino-humano.
En la Iglesia, el tiempo se detiene, porque en ella no existe la muerte, y el cese de la existencia terrenal no interrumpe el vínculo vivo entre generaciones (G. Florovsky). En la Iglesia, el pasado está siempre presente. El presente en la Iglesia está siempre sustentado por un pasado vivo, porque nuestro Señor Jesucristo, Dios-Hombre, Quien es el mismo ayer, hoy y siempre (Hebreos 13, 8), vive incesantemente en Su cuerpo divino-humano, con el auxilio de la misma verdad, el mismo bien y la misma vida, haciendo permanentemente que todo pasado sea presente. En consecuencia, por medio del sentimiento y el conocimiento ortodoxo vivo, todos los miembros de la Iglesia, empezando con los Santos Apóstoles y continuando con aquellos que ayer partieron a la eternidad, son siempre contemporáneos, porque siempre están vivos en Cristo. Aún hoy, todos los Santos Apóstoles, los Mártires y los Santos Padres son contemporáneos con cada hombre que es verdaderamente ortodoxo. Además, para el auténtico cristiano ortodoxo, ellos son mucho más reales que la mayoría de sus contemporáneos en este mundo.
Este sentimiento de plena unidad en la fe, la vida y el conocimiento hace que la verdad sea tan clara como la luz del día. La unidad en Dios-Hombre está siempre presente, obrando milagros y mostrándose en la vida divino-humana de la Iglesia por medio de la santidad, la armonía, la universalidad y la apostolicidad de la fe, la vida y la verdad. Porque ¿qué significa ser ortodoxo? Luchar todo el tiempo para acercarte a Dios-Hombre, para hacerte divino-humano por medio del sacrificio. Y el hombre no está solo en esto. Cada uno de sus sentimientos, cada uno de sus actos y pensamientos es ya personal-universal: nunca es solo personal, y nunca es solo universal.
Cuando el cristiano ortodoxo piensa algo, lo hace con temor y oración, porque sabe que, participando esto, de forma mística se halla en comunidad con toda la congregación de santos, con el conjunto entero de los miembros de la Iglesia.
(Traducido de: Sfântul Nicolae Velimirovici, Sfântul Justin Popovici, Lupta pentru credință și alte scrieri, traducere de prof. Paul Bălan, Editura Rotonda, Pitești, 2011, pp. 134-135)