Palabras de espiritualidad

¡Aprende a caminar!

  • Foto: Oana Nechifor

    Foto: Oana Nechifor

Translation and adaptation:

Lo importante es tener fe y ver al Señor con el corazón, con la esperanza de recibir de parte Suya todo lo que pides, conociendo Su bondad.

De la misma forma en que una madre le enseña a su hijito a caminar, el Señor nos enseña a creer en Él con una fe viva. La madre pone a su hijo en el suelo, de pie, lo deja por un momento, se aleja un poco de él, y después lo llama para que venga andando hacia ella. Viéndose solo y sin el soporte de su madre, el pequeño se echa a llorar y quiere acercársele a ella, pero no intenta, lleno de miedo, dar los primeros pasos... hasta que finalmente se decide a caminar, aunque tenga que caerse una y otra vez.

Justamente como una madre, el Señor le enseña al cristiano a creer en Él, porque la fe se parece a caminar (entendida como el camino espirital). Nuestra fe es débil y carente de experiencia, como un niño que está aprendiendo a andar. El Señor se aparta dos pasos, dejándonos al alcance del maligno y de distintas aflicciones y problemas. Sin embargo, cuando necesitamos de Su ayuda para librarnos de esas penas, es como si nos llamara para que caminemos hacia Él, buscando Su protección. El cristiano se esfuerza en esto, “caminando” con los ojos de su mente (de la misma forma en que el niño camina con sus pies), e intentando ver al Señor, pero ya que su corazón no está acostumbrado a verle, le da miedo decidirse, por lo que tropieza... y cae.

El enemigo y la corrupción del pecado, que tenemos desde el nacimiento, cierran los ojos que intentan ver a Dios, mantienendo al hombre lejos de Él e impidiéndole avanzar. No obstante, el Señor sigue cerca, atrayendo al hombre hacia Él para tomarlo nuevamente en Sus brazos, esperando solamente que este se le acerque con fe. Así, cuando después de un tesonero esfuerzo consigues ver al Señor con los ojos de tu corazón, Él te ofrece una mano de ayuda, como si te tomara en brazos y te apartara de los enemigos. Es entonces cuando el cristiano siente el abrazo del Señor mismo.

¡Glorificadas sean Tu bondad y Tu sabiduría, Señor!

Cuando el maligno te aceche y las aflicciones te amenacen, recuerda que ante ti está tu Señor, y busca con confianza acercarte a ese seno paternal, que es un inagotable tesoro de bondad y generosidad. Pídele al Señor, entonces, que nos haga partícipes a todos de esa fuente de bondad y auxilio espiritual, e inmediatamente se te dará lo que pides. Lo importante es tener fe y ver al Señor con el corazón, con la esperanza de recibir de parte Suya todo lo que pides, conociendo Su bondad. ¡Así es! La experiencia nos lo demuestra. Esto es lo que Dios nos enseña: cómo reconocer que sin Él somos completamente impotentes. Por esto, mantengamos nuestro espíritu en un constante espíritu de oración, con el corazón compungido.

(Traducido de: Sfântul Ioan de KronstadtViaţa mea în Hristos, Ed. Sophia, Bucureşti, 2005, pp. 42-43)