Palabras de espiritualidad

Aquí y ahora. El tiempo de trabajar nuestra salvación

    • Foto: Oana Nechifor

      Foto: Oana Nechifor

Todos decimos que anhelamos llegar al Reino de los Cielos, pero no nos interesa buscar cómo alcanzarlo.

No seamos ociosos en la práctica de las virtudes —dejando que pase el día de hoy sin hacer nada y postergando para mañana todo buen comienzo—, para no quedarnos sin virtudes ante Aquel que las espera de nuestras almas y no vernos afuera de la morada de la felicidad. Porque en vano y sin provecho alguno lloraremos por el tiempo perdido, lamentándonos cuando nuestros lamentos ya no nos sean útiles, mucho menos intentar arrepentirnos. Este es el momento justo, este es el día de la salvación. Este es el tiempo del arrepentimiento, y el otro será el de la recompensa. Este es el tiempo del sacrificio, y el otro será el de la retribución. Este es el tiempo de la paciencia, y el otro será el del consuelo. Hoy, Dios es el auxilio de quienes deciden renunciar al mal camino, y entonces será el temible juez de nuestros actos, pensamientos y palabras, y no podremos esconderle nada. Hoy es el tiempo para endulzarnos con Su paciencia; después vendrá el tiempo para conocer Su justo juicio, cuando resucitaremos, unos para ser enviados a los trabajos eternos, y otros para ir a la vida eterna, de manera que cada quien recibirá lo que le corresponde por sus actos. ¡Y nosotros seguimos postergando la necesidad de someternos a Cristo, Quien nos llama a Su Reino celestial!

¿Por qué no abrimos los ojos? ¿Por qué no renunciamos a nuestra forma tan banal de vivir, para regresar al camino del cumplimiento del Evangelio? ¿Cómo nos atreveremos a dirigir la mirada al Señor, cuando venga el sobrecogedor día en el que Él pondrá a Su diestra a quienes le hayan buscado viviendo virtuosamente, para llevarlos a Su Reino, en tanto que a Su izquierda pondrá a los que hayan obrado el mal, enviándolos al fuego del infierno, a la oscuridad que no tiene fin y al rechinar de dientes? Todos decimos que anhelamos llegar al Reino de los Cielos, pero no nos interesa buscar cómo alcanzarlo. Y, estando inmersos en esa profunda indolencia hacia el cumplimiento de los mandamientos del Señor, seguimos esperando ganarnos la misma gloria que aquellos que lucharon hasta la muerte en contra del pecado.

(Traducido de: Proloagele, volumul 1, Editura Bunavestire, p. 414)