Aunque sintamos que no podemos más, siempre hay una reserva de energía espiritual en nuestro interior
Todos podemos descubrir en nuestro interior una cantidad increíble de energía espiritual, si encontramos la llave adecuada.
Me encontraba en Chipre y mis amigos tenían que venir a la casa de mi madre para llevarme a otro poblado, en donde era esperado para celebrar la Liturgia. Les pedí que pasaran por mí a las seis de la mañana; la Liturgia tenía que empezar a las siete y de Nicosia hasta ese lugar nos esperaba más o menos una hora de camino. Recuerdo que eran días muy ajetreados para mí, porque muchos sacerdotes me invitaron a visitar sus respectivas parroquias, y también estuve dando entrevistas para la televisión y la radio; así las cosas, llegué a un punto en el que me sentía extenuado y sin energías. Sumado a todo esto, la noche anterior me acosté tarde y me levanté a las cuatro de la mañana, para tratar de prepararme correctamente para la Liturgia. El problema es que no podía ni orar. Mi corazón parecía fragmentado en un sinfín de trozos y no quería someterse a mis órdenes. Me dije: “No tengo energía, no tengo fuerzas para orar. Mejor iré a lavar un poco de ropa”. En verdad, tenía varias camisetas esperando a ser lavadas, porque suelo transpirar mucho en la noche. “Tal vez un poco de actividad me dará un poco de vigor y después podré intentar orar nuevamente”. Media hora me tomó lavar mis camisetas en la bañera. Cuando eran las cuatro y media, salí del baño y escuché como un susurro. La puerta de la habitación de mi madre estaba entreabierta y me acerqué a ver qué era ese sonido. Mi madre, que no podía caminar, estaba sentada en su cama. Hacía pequeñas inclinaciones con el torso y la cabeza, persignándose, mientras oraba: “Por todo el mundo y por mis hijos”. Y lo hacía con un fervor tan fuerte, que me llené de vergüenza por mi debilidad. Mi corazón pareció volver a la vida, y durante una hora y media pude orar tranquilamente. Me preparé para la Liturgia, y puedo decir que fue una de las liturgias más sublimes en las que he participado. Esa mañana, mi madre me avergonzó.
A veces creemos que no tenemos energía, cuando en realidad tenemos una cantidad increíble de energía en nuestro interior. El secreto está en encontrar un pensamiento humilde que nos sonroje, que nos lleve a la contrición y desate la energía espiritual que hay en nosotros. Por eso es que tenemos que elegir el humilde camino del “descenso”, para ser siempre capaces de “pescar” los pensamientos humildes que nos darán la energía espiritual interior necesaria para obrar conforme a lo que Dios espera de nosotros. En nuestro monasterio hay un hieromonje, y un día nos contó que estaba exhausto, después de haber estado atendiendo a muchas personas. Era domingo y no tenía fuerzas para nada. Me dijo: “Cada vez que, al caer la noche, me siento tan cansado, me voy a mi celda, elevo la mirada a los íconos y digo: ‘Buenas noches a todos’, y me acuesto”. Pero esa noche le daba vergüenza proceder así. Por eso, caminaba de arriba abajo por el pasillo, susurrando: “Lo siento, Señor, pero esta noche no puedo orar. ¡Perdóname!”. “Lo siento, Señor, pero esta noche no puedo orar. ¡Perdóname!”. Estuvo media hora repitiendo esas palabras y, de ese modo, Dios le dio la posibilidad de cumplir con su canon de oraciones. Todos podemos descubrir en nuestro interior una cantidad increíble de energía espiritual, si encontramos la llave adecuada, “la llave de David” (cf. Isaías 22, 22; Apocalipsis 3, 7) y si hacemos el movimiento propicio para liberarla. Dicho de otra manera, si recibimos un pensamiento humilde por parte del Señor, cuando, “descendiendo”, nos sometemos a Su juicio. Porque Él nos da “boca y sabiduría” (Lucas 21, 15), ese pensamiento humilde que libera la energía espiritual en nuestro ser.
(Traducido de: Arhimandritul Zaharia Zaharou, Lărgiți și voi inimile voastre!, Editura Reîntregirea, Alba-Iulia, 2009, pp 147-148)