¡Avivemos la llama del bien en nuestra alma!
¡De tanta maldad, ya no concebimos la existencia del bien! Si no eres bueno con todos, simplemente no eres bueno.
Es verdad que en el Paterikón se nos habla, por ejemplo, de un padre que “debido a su gran bondad, hasta se le había olvidado lo que es la maldad”. Era tan perseverante en el bien, que ya no podía concebir la existencia del mal. Pensemos en la gran diferencia que hay entre nosotros y alguien así. ¿Qué hacemos nosotros? ¡De tanta maldad, ya no concebimos la existencia del bien!
Si no eres bueno con todos, simplemente no eres bueno. En el Paterikón encontramos estas palabras de San Macario: “Con una palabra buena puedes hacer bueno al malo, y con una palabra mala puedes hacer malo al bueno”. Desde luego que se trata de una maldad relativa y una bondad relativa, oscilante y fluctuante. Pero nosotros tenemos que ser buenos, siempre. El que es malo, no se asemeja a nuestro Señor Jesucristo, porque Él es bueno todo el tiempo.
Sabemos que de San Macario se decía que era como un “dios en este mundo” (uno siente como un estremecimiento al escuchar una expresión como esa). ¿Por qué un “dios en este mundo”? Porque tal como Dios cubre al mundo con Su piedad, también San Macario cubría los pecados de lo demás: si veía algo, era como si lo hubiera visto, y lo que oía, era como si no lo hubiera oído.
(Traducido de: Arhimandritul Teofil Părăian, Veniți de luați bucurie, Editura Teognost, Cluj-Napoca, 2001, p. 26)