Ayunando alegro mi esperanza en Tí, Señor mío
He portado el ayuno en mi corazón, de tal manera que, con su ayuda, éste pueda vencer todos los vicios y egoísmo del mundo. He portado el ayuno en mi corazón, de tal forma que la paz celestial pueda habitar silenciosamente en él, entonces cuando se encuentre con Tu Espíritu poderoso.
Ayunando alegro mi esperanza en Tí, Señor mío, que has de venir otra vez. El ayuno me ayuda en los preparativos para Tu venida, lo único que espero cada día y cada noche. El ayuno me enmagrece el cuerpo, para que lo que quede pueda brillar más fácilmente con el espíritu.
Mientras te espero, no deseo ni alimentarme con sangre, ni sacrificar la vida de alguna criatura, para que hasta los animalitos perciban la alegría de mi espera.
Pero, en verdad, el sólo abstenerme de comer no me servirá para salvarme. Aunque comiera sólo arenas del río, Tú no vendrías a mí, si el ayuno no penetra profundamente en mi alma.
Por medio de la oración he conseguido saber que el ayuno físico es un símbolo del ayuno verdadero, muy provechoso para el que recién ha empezado a esperar en Tí, y, sin embargo, muy difícil para el que simplemente lo practica. Por eso, he portado el ayuno en mi alma, para purificarla de sus manchas y prepararla sólo para Tí, cual si se tratara de una doncella.
Y he portado el ayuno en mi mente, para alejar de ella todo vestigio de los problemas de este mundo y para derruir los castillos de arena que esos problemas han levantado en ella. He portado el ayuno en mi mente para poder evitar el mundo y prepararla para recibir Tu Sabiduría. He portado el ayuno en mi corazón, de tal manera que, con su ayuda, éste pueda vencer todos los vicios y egoísmo del mundo. He portado el ayuno en mi corazón, de tal forma que la paz celestial pueda habitar silenciosamente en él, entonces cuando se encuentre con Tu Espíritu poderoso.
(Traducido de: Sfântul Ierarh Nicolae Velimirovici, Rugăciuni pe malul lacului, Editura Anestis, 2006, pp. 85-86)