Bebes vanidad, bebiéndote tu propia vida
Los Santos Padres dicen que las pasiones que ya habían sido vencidas y expulsadas regresan al alma que ama la soberbia.
Cuando el perro se lame la nariz, bebe de su propia sangre. Sin embargo, debido al placer que ese gusto le provoca, no se da cuenta de que se trata de su propia sangre. Lo mismo ocurre con el monje, cuando bebe de la vanidad: no se da cuenta de que está bebiéndose su propia vida, por causa de un placer efímero. La gloria del mundo es como un risco debajo del mar, cubierto por el agua: el marinero no sabe que está allí, hasta que el fondo de la nave golpea con él y la embarcación empieza a llenarse de agua. Lo mismo hace la vanidad con el hombre, hasta hundirlo y matarlo. Por eso es que los Santos Padres dicen que al alma que ama la soberbia regresan las pasiones que ya habían sido vencidas y expulsadas. Una pequeña nube puede cubrir todo el disco del sol, pero a sus espaldas la luz del sol es igual de ardiente que siempre; del mismo modo, una pequeña dejadez puede llegar a cubrir el alma, pero siempre habrá un gran gozo esperando detrás de ella.
(Traducido de: Sfântul Isaac Sirul, Cuvinte despre nevoinţă, Editura Bunavestire, Bacău, 1997, p. 323)