Por medio de esto (el amor verdadero, que nace del verdadero conocimiento de Dios y de la renuncia al amor al cuerpo y al mundo), apartando el apetito por los placeres y el miedo al dolor, nos libramos del pernicioso amor material a nosotros mismos, siendo elevados al conocimiento del Creador. De esta manera, sustituyendo el dañino amor propio con el amor bueno y espiritual, ajeno a todo cuidado del cuerpo, no dejaremos de servirle a Dios, buscando la forma de mantener nuestra alma aferrada a Él... Luego, aquel que no busca el placer carnal y tampoco le teme al dolor, ha alcanzado un alto estado de pureza. Porque habrá matado todas las pasiones que nacen del amor propio, así como a la ignorancia, fuente original de todos los males. Así es como empezamos a servir al bien eterno, permaneciendo inmutables en él.

(Traducido de: Sf. Maxim Mărturisitorul, Răspunsuri către Talasie,  în Filocalie, vol. III, p. 34)