Palabras de espiritualidad

Bienaventurado el que sea paciente hasta el final

  • Foto: Bogdan Zamfirescu

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Los hombres elogian la palabra de Dios, mientras no evidencie sus propios pecados.

San Juan Bautista es ese a quien el mismo Cristo llamó “una antorcha que ardía e iluminaba" (Juan 5, 35) y que tuvo que enfrentar la prisión por la verdad. Él, creyente y purísimo testigo de Dios, enfureció —con su sinceridad y su severidad al condenar pecado— al depravado rey, quien le mandó detener y arrojar en el calabozo, a pesar de que alguna vez lo escuchó con transigencia. Mientras las palabras de Juan no le afectaban directamente, el rey lo elogiaba. Sin embargo, cuando esa palabra, verdad divina, palabra de fuego y condena, apuntó a la vida desenfrenada del monarca, éste se convirtió en enemigo de aquel enviado de Dios.

Hoy sucede lo mismo. Los hombres elogian la palabra de Dios, mientras no evidencie sus propios pecados. Pero, una vez el alma pecadora se siente descubierta, se rebela y rechaza el Santo Evangelio —quien le ha sacado de aquel aparente bienestar—, dejando de sometérsele.

(Traducido de: Fiecare zi, un dar al lui Dumnezeu: 366 cuvinte de folos pentru toate zilele anului, Editura Sophia, p. 8)

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