Palabras de espiritualidad

Breve relación de la vida del metropolitano Teófano II, honrado y recordado en el Santo Monte Athos

    • Foto: Oana Nechifor

      Foto: Oana Nechifor

El piadoso metropolitano Teófano fue el primer prelado rumano en seguir el camino del ascetismo athonita, convirtiéndose, con el paso del tiempo, en un apreciado consejero y padre espiritual, tanto para los monjes rumanos como para muchos otros moradores del Santo Monte.

Metropolitano Teófano II, de la Metropolía de Moldova y Bucovina († 1598)

El segundo metropolitano, Teófano, era discípulo del erudito obispo Macario de Roman, habiendo sido ambos moradores del Monasterio Râşca. Fue ahí donde el futuro metropolitano se crió espiritualmente, aprendiendo de su mentor el temor de Dios, el conocimiento del Santo Evangellio y también a escribir en griego.

Habiendo llevado una vida ejemplar, por la gracia de Dios, en 1564 fue elegido metropolitano de Moldova por el príncipe Alejandro Lăpuşneanu. Y todos le amaban por su humildad y la bondad de su corazón. Este pastor espiritual visitaba con frecuencia las parroquias de las zonas rurales y los santos monasterios de la región, ofreciendo también un valiosísimo auxilio a los monjes que vivían como ascetas en bosques y montañas. Asimismo, dedicaba su atención a los monjes rumanos que habitaban en el Santo Monte Athos, a donde fue enviado por el monarca para llevar los fondos necesarios para la restauración del Monasterio Dochiariou (1564-1568). Además de supervisar los trabajos de construcción, patrocinó la pintura de la iglesia principal del monasterio y participó en su consagración, convirtiéndose en uno de los monasterios athonitas más bellos.

En 1568, el metropolitano Teófano tonsuró a Alejandro Lăpuşneanu, poniéndole el nombre de “Pacomio”, y también él le dio sepultura en la iglesia del Monasterio Slatina. Posteriormente, bajo la autoridad de Juan Vodă “el Valiente”, habiendo sido apartado de su trono metropolitano, se retiró a lo solitario con tres de sus discípulos, en las montañas que rodean la zona de Rarău. Ahí, construyendo algunas celdas en la zona que aún hoy es conocida como “el pie del metropolitano”, se dedicó al ayuno y la oración durante varios años. En 1577 fue llamado nuevamente al trono jearárquico por el príncipe Pedro “el Cojo”, conduciendo la Iglesia de Moldova otros cuatro años. En 1581, debido a los frecuentes cambios en la monarquía, el metropolitano Teófano decidió refugiarse en Polonia. Un año más tarde, nuevamente fue llamado para ocupar la función de metropolitano, por tercera vez, labor que desempeñó otros cinco años, porque en esa época tan confusa no había en Moldova un mejor pastor que el metropolitano Teófano.

Así, conduciendo la nave de la Iglesia de Cristo a través de toda clase de tempestades durante diecisiete años y soportando valientemente una gran cantidad de tribulaciones, persecuciones y afrentas, en 1587 el metropolitano Teófano II decide apartarse definitivamente de esa labor y retirarse al Monasterio Dochiarou, en Athos. Ahí, vive como asceta durante 12 años, siendo conocido y honrado por todos los habitantes del Santo Monte, gracias a sus altas virtudes, como el sacrificio y el trabajo espiritual severo. No es baladí agregar que el piadoso metropolitano Teófano fue el primer prelado rumano en seguir el camino del ascetismo athonita, convirtiéndose, con el paso del tiempo, en un apreciado consejero y padre espiritual, tanto para los monjes rumanos como para muchos otros moradores del Santo Monte.

Habiendo alcanzado la altura de los grandes ascetas athonitas, en 1598 el beato metropolitano Teófano entregó su alma en las manos de Cristo y fue sepultado en el nártex de la iglesia del Monasterio Dochiarou, como aún hoy se puede ver. Los monjes de dicho monasterio lo incluyeron en la lista de los fundadores y patrocinadores del cenobio, así como entre los grandes padres athonitas. Luego de algunos años, la esposa del príncipe Jeremías Movilă hizo una donación para la colocación de una lápida sobre el sepulcro, con esta bella inscripción: “Oh, sepulcro, dime, por amor a Dios, ¿qué muerto contienes? Dímelo pronto a mí, que te estoy preguntando, ¿a quién guardas? ¡Oh, desconocido, guardo a Teófano, querido por todos, al encomiado jerarca de Moldovalaquia, cuyo espléndido ataúd, Isabel, esposa del muy luminoso Jeremías, feliz por ser su pariente, desde lejos ha ordenado adornar como es debido, como rememoración y para ser retribuida por ello! Que el Cielo, con su gloria, le conceda una larga vida y una resplandeciente felicidad, en el año de 1598”.

Y, sobre el retrato que hermosamente, desde la pared, custodia el sepulcro, aparecen estas palabras: “El luminoso pastor de Moldovalaquia, Teófano”.

(Traducido de: Arhimandritul Ioanichie BălanPatericul românesc, Editura Mănăstirea Sihăstria, pp. 177-178)