Siendo, por naturaleza, impulsos hacia el pecado, las tentaciones no solo pueden llevarnos a cometer el mal, sino que también pueden ayudarnos a alcanzar la virtud. El cristiano tiene que hacer frente a todas las tentaciones que le salgan al camino. Tiene que estar preparado para enfrentar cualquier tentación: “Busca al médico antes de enfermarte y ora antes de ser tentado”, dice San Isaac el Sirio. “¡Velad y orad, para no caer en la tentación!” (Mateo 26, 41). Los Santos Padres dicen que el demonio tienta hacia el mal a cada persona, según las inclinaciones de cada quien.

(Traducido de: Arhim. Teofil Părăian, Veniți de luați bucurie, Editura Teognost, 2007, p. 38)