Palabras de espiritualidad

Buscar la virtud…

    • Foto: Oana Nechifor

      Foto: Oana Nechifor

Translation and adaptation:

Quien empieza a ejercitarse en la virtud de la piedad, no solo pierde la idea de la medida, sino que se ve incapaz de ponerle límites a su propia misericordia.

La virtud es como la sed. Cuando el hombre empieza a beber de la bebida espiritual de la virtud, siente que su sed aumenta. Por eso, busca beber siempre de ella. Así las cosas, quien empieza a ejercitarse en la virtud de la piedad, no solo pierde la idea de la medida, sino que se ve incapaz de ponerle límites a su propia misericordia.

San Filareto supo ser igual de generoso en la pobreza y la riqueza. Cuando su hija ascendió al trono imperial, como esposa del emperador, San Filareto tuvo nuevamente a su disposición los bienes que necesitaba para seguir ayudando a los demás. Un día, les pidió a su esposa y a sus hijos que prepararan el mejor banquete posible, diciéndoles: “Quiero invitar a nuestro Señor, nuestro Soberano, con Su cortejo”.  Todos en la casa pensaron que se trataba del emperador, quien era el yerno de San Filareto, y se esmeraron en preparar una comida tan abundante como deliciosa. Mientras tanto, San Filareto salió a recorrer las calles de la ciudad, y fue llamando a todos los pordioseros, los ciegos, los paralíticos y a todos los necesitados que encontró en su camino. Y a todos los llevó a su casa. Al llegar, los sentó a la mesa y les pidió a su esposa y a sus hijos que les sirvieran. Cuando terminaron de comer, le entregó una moneda de oro a cada uno de los convidados y después los acompañó a la puerta. Fue entonces cuando la familia de San Filareto entendió que el Soberano al que se había referido el santo era nuestro Señor Jesucristo, y que Su cortejo, Su séquito eran todos aquellos necesitados.

Decía San Filareto que no tienes que contar el dinero que le das a un pobre, sino que, metiéndote la mano en el bolsillo, debes darle el primer billete o las monedas que sientas que tienes allí. Y le estarás dando lo que la Providencia de Dios considera que debes darle.

(Traducido de: Sfântul Nicolae Veilimirovici, Proloagele de la Ohrida)