¡Busquemos a Dios con todo nuestro ser!
Invocando el nombre de Dios, hallarás sosiego, purificarás tu cuerpo y tu alma, y en tu interior vendrá a morar el Espíritu Santo, fuente de todo bien, Quien te conducirá al camino de la santidad, la fe y la pureza.
Hay algunos que pareciera que leen bien, pero en realidad no entienden lo que leen. Hay muchos que dicen que asistieron a la Liturgia, o a los Maitines, o a las Vísperas, y se engañan, porque, aunque piensan que realmente participaron en esos oficios litúrgicos, de hecho, ¿quién sabe en dónde estaba su mente? De asistir, asistieron a la iglesia, pero solamente con su cuerpo...
San Serafín aconsejaba mantener la mente dirigida a Dios. Para eso, decía que tenemos que invocar constantemente Su nombre, repitiendo la oración: “Señor Jesucristo, Hijo de Dios, ten piedad de mí, pecador”. Dedica toda tu atención a esto, hermano cristiano. Sea que camines o que estés sentado, cuando trabajes o cuando vayas a la iglesia, cuando entres y cuando salgas, procura mantener siempre esa breve oración en tu boca y en tu corazón. Invocando así el nombre de Dios, hallarás sosiego, purificarás tu cuerpo y tu alma, y en tu interior vendrá a morar el Espíritu Santo, fuente de todo bien, Quien te conducirá al camino de la santidad, la fe y la pureza.
(Traducido de: Sfântul Serafim de Sarov, Rânduieli de viață creștină, Editura Sophia, București, 2007, p. 9)