Amados hijos míos en Cristo, pidámosle al Señor, por Su santa Cruz, que nos otorgue las fuerzas gratíficas. Humillémonos ante Dios y ante los demás, así sea buscando que Él no nos reprenda con el propósito de humillarnos para nuestra salvación.

Esta verdad divina y sincera nos la reveló el Señor ya desde el Antiguo Testamente, con Sus profetas. Así, el Señor les habló a los hombres por medio de Moisés, diciendo que si le obedecen y guardan Sus mandamientos, todas las riquezas de la tierra y todo el bienestar serán suyos. Y si, por el contrario, no le obedecen y no cumplen con Sus mandamientos, Él les enviará toda clase de enfermedades y tribulaciones. Si, a pesar de todo esto, los hombres no se humillan y no se le someten, Él multiplicará todas sus aflicciones, hasta que puedan vencer su soberbia oposición (Levítico 26, 3-46).

(Traducido de: Sfântul Ierarh Serafim (Sobolev) Făcătorul de minuni din Sofia, Predici, Editura Adormirea Maicii Domnului, Bucureşti, 2007, pp. 196-197)