Cada día tenemos un sinfín de razones para estar agradecidos con Dios
“¡Estad siempre alegres, orad sin cesar, agradeced por todo!”, nos dice el Santo Apóstol Pablo (I Tesalonicenses 5, 16-18). Agradezcamos siempre. Con nuestra gratitud hacia Dios aprendemos a apreciar los dones de la vida.
Al hombre depresivo no hay nada que lo alegre; no aprecia nada y nada llama su atención. Pero es que la vida, en todas sus manifestaciones, es el principal don de Dios para el hombre, y esta actitud ante ella es un pecado muy grande, porque el hombre pretende ser feliz solamente cuando le apetezca, cuando empiece a “gozar” la vida. “¡Estad siempre alegres, orad sin cesar, agradeced por todo!”, nos dice el Santo Apóstol Pablo (I Tesalonicenses 5, 16-18). Agradezcamos siempre. Con nuestra gratitud hacia Dios aprendemos a apreciar los dones de la vida. Y solamente apreciando esas cosas llegamos a ser felices.
Un sacerdote aconsejaba a sus fieles a escribir, cada día, al menos cincuenta motivos para agradecerle a Dios. Otro sacerdote acudió al conocido stárets Nicolás Gurianov de la isla de Zalit, para hablarle de algo que le afligía profundamente. Pero lo primero que le dijo el padre Nicolás después de escucharlo, fue: “¡Alégrate!”. El sacerdote pensó: “¿Acaso tengo motivos para estar feliz…?”. Mas el padre Nicolás continuó: “¡Alégrate de haber nacido, alégrate de haber sido bautizado, alégrate de ser ortodoxo, alégrate de estar vivo!”.
(Traducido de: Preot Pavel Gumerov, Cele opt păcate de moarte și lupta cu ele: ascetica ortodoxă pentru mireni, traducere din limba rusă de Adrian Tănăsescu-Vlas, Editura Sophia, București, 2014, pp. 125-126)