Cada Divina Liturgia, un haz de la Pascua
Cada Divina Liturgia es un haz de la gran y santísima Pascua, un anticipo de la Pascua eterna. Porque creemos que en la eternidad nos hallaremos en una incesante celebración de la Santa Pascua.
La Divina Liturgia es una celebración amplísima, en el sentido de que en ella se resume, se abarca, por un breve lapso, todo lo ocurrido durante largos períodos de tiempo, lo sucedido en la historia de la Iglesia, y lo que también nosotros celebramos. Por eso, no debemos esperar a que venga la Pascua, porque cada Divina Liturgia es también una Santa Pascua.
No debemos esperar a que venga el Viernes Santo, en relación con la Pascua, porque cada Divina Liturgia es también el Sacrificio de nuestro Señor Jesucristo. No debemos esperar a que venga el Jueves Santo con la Última Cena, porque cada Divina Liturgia es también la Última Cena. No debemos esperar la Ascensión del Señor hasta que esta venga, semanas después de la Pascua, porque cada Divina Liturgia es también la Ascensión del Señor. No debemos esperar la Segunda Venida del Señor, cuando habrá de ocurrir —sólo Dios lo sabe—, porque cada Divina Liturgia es también la Segunda Venida de nuestro Señor Jesucristo.
Cada Divina Liturgia es un haz de la gran y santísima Pascua, un anticipo de la Pascua eterna. Porque creemos que en la eternidad nos hallaremos en una incesante celebración de la Santa Pascua.
Esta es quizá la exhortación más ignorada de la Divina Liturgia: “¡Con temor de Dios, con fe y con amor, acercaos!”. Por una parte, porque casi nadie se acerca, y por otra, porque hay algunos que hacen una moda de esto y se acercan, mas no “con temor de Dios, con fe y con amor”. Quien no tenga más que la Biblia, poco es lo que tendrá. Quien tenga tanto la Biblia como la Liturgia, en verdad tendrá lo que necesita.
(Traducido de: Arhimandritul Teofil Părăian, Veniţi de luaţi bucurie, Editura Teognost, Cluj-Napoca, 2001, p. 150)