Cada profesión se puede santificar
Cada uno debe santificar, con su oración, tanto su vida y el trabajo que realiza, como a sí mismo. Si el individuo ejerce un puesto de autoridad y tiene ciertas responsabilidades, debe ayudar espiritualmente a sus subordinados.
Cada uno debe santificar, con su oración, tanto su vida y el trabajo que realiza, como a sí mismo. Si el individuo ejerce un puesto de autoridad y tiene ciertas responsabilidades, debe ayudar espiritualmente a sus subordinados. Y si además tiene un buen estado interior, santificará también su labor. Por ejemplo, cuando unos jóvenes van con un experto para aprender su oficio, junto a lo que les vaya enseñando, este también tendrá que ayudarles a vivir espiritualmente. Y esto será de provecho tanto para él mismo, como para quienes trabajan con él, y hasta para sus clientes, porque Dios bendecirá su trabajo.
Cada profesión se puede santificar. Un médico, por ejemplo, no debe olvidar que en la medicina lo que más ayuda es la Gracia de Dios. Por eso, debe intentar volverse una vasija elegida por la Gracia Divina. El médico que también es un buen cristiano, paralelamente con su profesión, ayuda a los enfermos con su bondad y su fe, porque les da el valor que necesitan para enfrentar la enfermedad con toda confianza en Dios. Así, en caso de una enfermedad grave, el médico creyente le dirá a su paciente: “Hasta aquí ha llegado el avance de la ciencia. A partir de este punto también está Dios, Quien obra prodigos”.
O, por ejemplo, el maestro debe esforzarse en cumplir con alegría su trabajo de mentor, y ayudar a sus alumnos a renacer espiritualmente, cosa que no siempre está al alcance de todos los padres, aunque tengan buenas intenciones. Del mismo modo, debe procurar que, junto a los conocimientos que les enseña, los niños se conviertan también en buenas personas. De lo contrario, ¿para qué les servirá todo lo que aprendan en los libros? La sociedad necesita de hombres correctos, que cumplan con sus responsabilidades tal como es debido, sin importar cuál sea su oficio. El maestro no debe limitarse solamente a examinar a sus alumnos, sino que también debe tomar en cuenta sus cualidades, como la perseverancia, la bondad, la generosidad. Las notas que Dios pone no siempre concuerdan con las notas que ponen los maestros. Puede que el “4” de un niño sea un “10” para Dios, y que la nota “10” en la escuela, para Dios sea un “4”.
(Traducido de: Cuviosul Paisie Aghioritul, Viața de familie, Editura Evanghelismos, București, 2003)