Cada virtud necesita de humildad, amor y discernimiento
Cuando no hay paz interior, aún los alimentos más exquisitos son veneno contaminado con una hiel que gotea sin cesar, afectando al hombre tanto espiritual como físicamente.
Cada una de nuestras acciones y virtudes necesita de humildad, amor y discernimiento, que es la sal de las virtudes. Por eso, Cristo nos dice en el Evangelio: “Todo sacrificio debe ser aderezado con sal”.
Es preferible comer poco, dos veces al día, y tener mucha más humildad y un vientre ligero, que comer una vez al día pero en abundancia, llenándonos el estómago con toda clase de manjares y la cabeza con mucha soberbia.
El discernimiento ayuda a alcanzar la paz interior, y esta última ayuda a avanzar en la ascesis, porque alimenta el alma y el cuerpo con fuerzas más grandes que las que son resultado de la alimentación material. Cuando no hay paz interior, aún los alimentos más exquisitos son veneno contaminado con una hiel que gotea sin cesar, afectando al hombre tanto espiritual como físicamente.
Los que se alimentan con el amor de Dios, muchas veces descuidan el alimento material o, aunque coman, no lo sienten, porque siguen sintiendo a Dios con fuerza, y se nutren con la dulce bendición de Su amor.
(Traducido de: Cuviosul Paisie Aghioritul, Epistole, Editura Evanghelismos, pp. 147-148)