“¿Caíste otra vez? ¡Levántate!”
El maligno acostumbra atacar el alma con lo que encuentra frente a ella.
No nos apresuremos y no nos cansemos, sino siempre volvamos a empezar. ¿Caíste? ¡Levántate! ¿Caíste otra vez? ¡Levántate nuevamente! Tan sólo no te alejes de tu Médico, cuando la desesperanza te ataque peor que a un suicida. Permanece junto a Él y Él te demostrará Su misericordia haciéndote volver, por medio de otra prueba o a través de cualquier otro acto de Su providencia, sin que lo sepas.
Porque el maligno acostumbra atacar al alma con lo que encuentra frente a ella, sea felicidad, sea con la imagen de uno mismo, sea con tristeza y desesperanza, sea con un cansancio profundo, o con una enorme ociosidad y con cosas o pensamientos inútiles; sea con oscuridad y un odio incontenible hacia todo lo que existe. Y, además, con la materia que halla en cada alma, con eso la ataca para inutilizarla. (...)
Por eso, sobre todas las cosas buenas debe el hombre preguntar, como San Antonio, no a cualquiera, sino a los que tienen el don del discernimiento, no sea que el interrogado, siendo inexperto, lleve a ambos a caer, como dice el ejemplo evangélico (Mateo 15, 14). Porque sin un pensamiento mesurado, nada bueno puede hacerse, aunque para el ignorante esté bien, sea porque es algo inmediato y talvez innecesario, sea porque no se toma en cuenta la magnitud del asunto o la fuerza del hombre, o su conocimiento u otros aspectos más. Pero el que tiene el don del discernimiento, lo ha recibido por medio de una mente humilde. Por eso todo lo conoce por la gracia y en su momento recibirá la capacidad de la transparencia.
(Traducido de: Sfântul Petru Damaschin, Învățături duhovnicești, în Filocalia V, traducere din greceşte, introducere şi note de pr. prof. dr. Dumitru Stăniloae, Editura Humanitas, Bucureşti, 2001, p. 2004-205)