Callando, consentimos el mal que se comete a nuestro alrededor
Tenemos que saber que, cada vez que callamos o consentimos el pecado que se comete cerca de nosotros, es como si también nosotros participáramos de él.
¿Es bueno intentar hacer algo ante los pecados cometidos por nuestros hermanos? ¿Cómo reprender a quienes quieren hacernos caer en pecado? ¿Cómo actuar con aquellos que nos atacan por la espalda? No creo que permanecer impasibles sea una solución…
—No se puede dar una solución válida para todos los casos. Cada persona tiene que encontrar su propia solución, dependiendo de sus circunstancias. Respecto a reprender a los demás por sus pecados, lo puedes hacer solamente con alguien que entienda por qué lo estás corrigiendo. El padre Arsenie Boca decía que “una reprimenda vence, pero no convence”. Y lo que nos interesa a nosotros es convencer, no vencer.
Las personas no son seres estáticos con los que se pueda trabajar en una sola dirección. Hay personas a las que puedes servirles elogiándolas, otra que preferirían una palabra fuerte en vez de una suave, y otras a las que, aun queriéndolo, no hay cómo ayudarlas. Hay casos y casos, así que lo importante es encontrar el método adecuado para la persona que tienes frente a ti.
El problema es que vemos las anomalías e injusticias que suceden a nuestro alrededor… y callamos. Las vemos, pero preferimos cerrar los ojos. Vemos toda clase de iniquidades cometiéndose a nuestro lado, pero no tenemos el valor de señalarlas. No nos atrevemos a alzar la voz. O preferimos hacer como si no las vemos y no las conocemos, como si las cosas malas tuvieran un buen propósito. ¿Por qué actuamos así? Porque no somos perseverantes en el bien.
Pero tenemos que saber que, cada vez que callamos o consentimos el pecado que se comete cerca de nosotros, es como si también nosotros participáramos de él. Somos cómplices de todo el mal que se comete a nuestro alrededor, sin que al menos lo señalemos, porque preferimos mostrarnos “tolerantes”, para usar un término muy común en la actualidad.
(Traducido de: Arhimandritul Teofil Părăian, Veniți de luați bucurie, Editura Teognost, Cluj-Napoca, 2001, p. 16)