En lo que nos concierne a nosotros, si obedecemos a Dios, asumiendo nuestra propia lucha espiritual y haciéndole el bien a los demás, Él nos enviará Su gracia y Sus bondades espirituales. Depende de nosotros si nos saciamos o nos quedamos hambrientos de lo espiritual. Un ejemplo: tenemos dos grifos en una pared, uno sobre el otro. Si abrimos el de abajo, brotará agua de él, pero el de arriba se quedará vacío.

Lo mismo sucede con la vida espiritual. Entonces, crremos el grifo de abajo, es decir, el amor por las cosas de este mundo, y abramos el de arriba, es decir, consolidemos nuestro amor a Dios.

(Traducido de: Mitropolit Andrei Andreicuţ, Mai putem trăi frumos? Pledoarie pentru o viaţă morală curată, Editura Reîntregirea, Alba-Iulia, 2004, p. 53)