La mejor preparación para la vida y el matrimonio es educar a los jóvenes “en el temor de Dios”, así como nos lo enseña aquella vasija elegida y boca de Cristo, el gran Apóstol Pablo. Lo primero que se les pide a los jóvenes es que conozcan, básicamente, la doctrina ortodoxa. Que sepan el Credo y otras oraciones necesarias, que tengan un guía espiritual, que lean la Biblia y, sobre todo, el Nuevo Testamento, el Catecismo Ortodoxo y otros libros de provecho espiritual. Igualmente, deben vivir en pureza hasta la ceremonia religiosa y esforzarse en practicar buenas obras, de acuerdo a sus capacidades, especialmente, orar con fervor, asistir a la iglesia con frecuencia, practicar el ayuno y la caridad, llevar una vida simple y casta, obedecer a sus padres y confesarse —al menos— en los cuatro períodos principales de ayuno.

Tal es la forma en que todo joven debe prepararse para avanzar en esta vida y casarse. Pensemos que los esponsales son el Sacramento más antiguo de la Iglesia, fundado por Dios ya en el Paraíso. El matrimonio es la base de la familia, del mundo entero... La solidez de la familia depende también del respeto a los principios morales de nuestra Iglesia. Debemos preparar a los jóvenes, para el matrimonio, ya desde la infancia. El sacerdote, el padrino de bautizo y los mismos padres de familia tienen un gran rol y una enorme responsabilidad en la vida de los jóvenes.

(Traducido de: Părintele Ilie Cleopa, Lumina şi faptele credinţei, Editura Doxologia, pp.122-123)