Palabras de espiritualidad

¿Cómo disipar los pensamientos suicidas?

  • Foto: Oana Nechifor

    Foto: Oana Nechifor

Cuando aparezcan esos pensamientos, corre a confesarte. Repite también la Paráclesis a la Madre del Señor, lee algo de la Biblia, aférrate a la Cruz, y verás cómo todo lo malo desaparece.

Diversos estudios han demostrado que muchos de quienes enfrentan la tentación del suicido han recibido un “mandato” de sus padres, un agravio, escuchando palabras como: “¡No tendrías que haber nacido!”, “¡Si tan solo no existieras...!”, o “¡Tú no tendrías que estar aquí!”. Son expresiones que actúan en lo profundo de la mente como una orden: “¡No tienes por qué existir!”, que se puede manifestar bajo el impulso y el deseo de suicidarse. Sin embargo, la mayoría de veces esa necesidad de suicidarte encubre también la necesidad de librarte de un estado insoportable.

Es entonces cuando hay que repetirse: “Ese estado, aquí, ahora, tiene momentos de relajamiento. Es cierto que vivo bajo presión, pero también hay momentos en los que me olvido de esa tensión y me alegro con algo. Si me suicido, ese estado agobiante se volverá eterno. Si no puedo soportarlo aquí, en donde no es sino algo pasajero, porque las cosas pueden cambiar, ¿cómo podría soportarlo para siempre?”.

El impulso de suicidarse también puede provenir del deseo de ser más “auténtico” de lo que eres. Nosotros somos pecadores, nos mentimos a nosotros mismos, queremos responder a un ideal que nos hemos hecho de nosotros mismos. Repite esto: “Antes que morir, renunciaré a mi ideal. Ya no quiero ser como quisiera ser, sino que quiero ser tal como soy”. Aceptándote como eres, descubrirás muchas alegrías en tu forma de ser, con la misericordia de Dios. El impulso suicida es también cosa del maligno. El demonio tiene poder sobre nosotros solamente cuando nos acercamos a él. Es como un perro atado, dicen los Padres. No te morderá si no te le acercás. Acuérdate de todo esto cuando te asalten esos pensamientos, y combátelos. Confiésate con frecuencia. Sí, cuando aparezcan esos pensamientos, corre a confesarte. Repite también la Paráclesis a la Madre del Señor, lee algo de la Biblia, aférrate a la Cruz, y verás cómo todo lo malo desaparece.

(Traducido de: Monahia Siluana Vlad, Deschide Cerul cu lucrul mărunt, Editura Doxologia, Iași, 2013, pp. 104-105)