Cuando al hombre le duele el dolor de su hermano, Dios se conmueve y se alegra inmensamente, porque, con su amor al prójimo, el hombre se emparenta con Él, y por eso recibe el consuelo divino. Si no fuera así, no podría soportar el dolor por su semejante.

Pero, ¿cómo sentir el dolor del otro, padre?

—Cuando tienes alguna preocupación, cuando sufres por algo, pero piensas también en el dolor de tu hermano, te pones en su lugar y te duele mucho más por él que por ti mismo. El mismo dolor te ayuda a entender el dolor del otro. Y cuando aceptas con alegría tu propio dolor, das consuelo al que sufre.

Pero una cosa es enterarte de que tu hermano se ha enfermado, y otra es que te enfermes tú. Porque solo así puedes entender al enfermo. La primera vez que escuché la palabra “quimioterapia”, pensé que estaban diciendo “chymoterapia”, y creí que a los enfermos de cáncer los trataban con una terapia a base de zumos o brebajes naturales (en griego, zumo es χυμός, chymós). ¿Cómo iba a saberlo? Ahora entiendo el sufrimiento que todo eso implica.

(Traducido de: Cuviosul Paisie Aghioritul, Cuvinte duhovnicești, Vol. IV Viața de familie, Editura Evanghelismos, București, 2003, pp. 228-229)