¿Cómo es que nos ama Dios?
El amor de Dios —manifestado en Su Gracia que trae gozo y bendición— viene solamente cuando nos hacemos humildes y le permitimos que obre en nuestro interior. La Gracia de Dios está siempre allí, pero se vuelve activa cuando nosotros amamos a Dios, cuando demostramos nuestro amor por Él... cuando nos hacemos humildes.
No podremos conocer a Cristo, si Él no nos conoce primero a nosotros (Piadoso Porfirio)
¿Acaso Dios no nos conoce a todos? ¿A qué se refería el padre Porfirio con esas palabras? Para explicarse mejor, él cita al Santo Apóstol Pablo: “Pero ahora que conocéis a Dios, o, mejor dicho, que sois conocidos por Dios...” (Gálatas 4, 9). Él asemeja el modo en que Dios nos conoce a cada uno en particular, con el modo en que nosotros conocemos a Dios. Además, intenta explicarnos que nuestra relación con Dios es muy importante. Si no conocemos a Dios, no podremos afirmar con convicción que Él nos conoce. Es como si consideráramos a un desconocido nuestro mejor amigo, o si dijéramos que esa persona con la que nos acabamos de cruzar en la calle es alguien de confianza. ¿Cómo podría conocernos esa persona, si nunca antes hemos intentado crear con ella algún lazo de amistad?
Y sigue: “Y tampoco le podremos amar, si Él no nos ama primero. Cristo no nos amará, si no somos dignos de Su amor por nosotros. Para podernos amar, Él debe encontrar en nosotros algo especial”. Pero, podrías decir: “Dios es amor, y Él nos ama de forma incondicional... ¿Qué característica especial debería encontrar en nosotros?”. Todo se encuentra está estrechamente ligado a nuestro libre albedrío, específcamente a la forma en que lo ejercemos. Sin amor y sumisión voluntaria, es decir, sin la libre decisión de cumplur con Su voluntad, no podremos gozarnos de Su amor divino, y tampoco podremos conocerlo. He aquí que Él viene a la puerta y llama, así que debemos abrirle nuestra alma, para que entre y nos llene con Su amor inefable. Esto es algo que debemos descubrir en nosotros mismos: el venerable Porfirio lo llama “humildad”. Él explica que el amor de Dios —manifestado en Su Gracia que trae gozo y bendición— viene solamente cuando nos hacemos humildes y le permitimos que obre en nuestro interior. La Gracia de Dios está siempre allí, pero se vuelve activa cuando nosotros amamos a Dios, cuando demostramos nuestro amor por Él... cuando nos hacemos humildes.
“Lo anhelarás, lo pedirás y orarás, pero no recibirás nada. Prepárate para obtener eso que Cristo anhela, para que Su Gracia entre en tu alma. Muchas veces ocurre que la Gracia de Dios no viene a ti porque te falta algo. ¿Qué cosa? La santa humildad. ¡Sin ella, no podemos amar a Cristo!”. El reto que se nos presenta es realizar las palabras del Santo Apóstol Pablo, quien dice: “No soy yo quien vive, es Cristo Quien vive en Mí” (Gálatas 2, 20).