Cómo es que nuestros hijos aprenden a envidiar a otros
Si los niños se acostumbran a escuchar, cada día y cada instante, nada más que palabras de envidia y maldad de sus propios padres hacia otras personas, no tiene que sorprendernos que la envidia y la maldad echen raíces en sus delicadas almas…
No les enseñes a tus hijos a ser envidiosos, viendo tu propio ejemplo. Si los niños escuchan una y otra vez cómo mamá y papá hablan mal de otros, guiados por la envidia; si los padres, por vivir entre carencias y privaciones, les enseñan a sus hijos a juzgar a los que tienen más, frustrados por no tener lo mismo que ellos… si los niños se acostumbran a escuchar, cada día y cada instante, nada más que palabras de envidia y maldad de sus propios padres hacia otras personas, no tiene que sorprendernos que la envidia y la maldad echen raíces en sus delicadas almas, que suelen recibir con más facilidad el mal que el bien.
A menudo, los padres más insensatos llenan de veneno el alma de sus hijos, por ejemplo, a la hora de comer. Cuando el niño no quiere comer, sea porque se siente lleno o porque no le gusta la comida que se le sirvió, usualmente los padres le dicen: “¡Si no te comes esto ahora, me lo comeré yo!”, o: “¡Le daré tu comida a tu hermano (o a la sirvienta, o la mascota)!”, etc. Entonces, por temor a que alguien más se coma lo que le corresponde a él, el niño empieza a engullir sus alimentos a toda prisa. Y, cuando termina, le dicen: “¡Qué niño tan bueno! ¡Ya verás lo rápido que vas a crecer!”.
¿No es esto una forma de encender la envidia en el alma del niño? ¿No estamos induciendo al niño a pensar que comer para que no venga otro y se lleve lo que es suyo, es un acto digno de elogios y aprobación?
(Traducido de: Sfântul Vladimir, Mitropolitul Kievului, Despre educație, Editura Sofia, 2006, pp. 152-153)