Palabras de espiritualidad

¿Cómo explicarles a nuestros hijos la devoción a Dios?

    • Foto: Oana Nechifor

      Foto: Oana Nechifor

Cada uno, despacio y a su propio ritmo, con la ayuda de Dios, conseguirá alcanzar el sentimiento de la santidad y devoción ante Su misterio.

La forma en que instruimos a nuestros hijos en la fe debe ser una juiciosa, un “sacrificio agradable a Dios  (Romanos 12, 1), haciendo que nuestra propia fe supere el marco rígido de la razón. El sentimiento del misterio santo del Creador, la devoción y el temor de Dios son partes esenciales de nuestra fe. La fe cristiana implica el reconocimiento del misterio de Dios, del mundo entero, de una vida íntegra más allá de la comprensión humana. Ella percibe nuestra vida terrenal desde la perspectiva de los valores y realidades que existen más allá de nuestra experiencia. ¿Cómo, entonces, al educar a nuestros hijos, podemos enseñarles también a sentirse llenos de devoción por algo que está más allá de su comprensión y la nuestra?

Debemos reconocer que, naturalmente, los niños son unos realistas muy grandes, llenos de una amistosa curiosidad. Y esto eleva el nivel de dificultad de nuestra tarea. Cualquier intento de transmitirles un sobrecogimiento, o un sentimiento de misterio, utilizando nada más que palabras, es inútil.

Por ejemplo, la palabra “temor”, en la expresión “temor de Dios” significa algo completamente distinto que los variados géneros de “temor” que conocen: el miedo a la oscuridad, a los ruidos fuertes, a las arañas, etc. Pero, identificar el “temor de Dios” y la idea de devoción, con el temor a cosas desagradables —en otras palabras, asustarlos— es, con certeza, una idea desafortunada si pretendemos enseñarles el conocimiento de Dios.

Entonces, debemos ser muy cuidadosos con el lenguaje que utilizamos en esta empresa. Debemos conseguir que perciban el actuar de Dios en los límites de su propia experiencia de vida, en el conocimiento de los sucesos naturales y en su capacidad para entenderlos. Cada uno, despacio y a su propio ritmo, con la ayuda de Dios, conseguirá alcanzar el sentimiento de la santidad y devoción ante Su misterio.

(Traducido de: Sophie Koulomzin, Biserica și copiii noștri, traducere de Doina Rogoti, Editura Sophia, București, 2010, pp. 53-54)