Cómo hablarles a los demás de Dios
Así es como debemos presentarles a Dios a nuestros interlocutores, para despertarles la curiosidad de conocerlo a Él.
Dios no es un medicamento amargo que se nos administre a la fuerza, sino un fruto inaccesible, vedado. Así es como debemos presentarles a Dios a nuestros interlocutores, para despertarles la curiosidad de conocerlo a Él.
Dios Mismo se nos entrega de esa manera. Él primero te “seduce”, como dice Cabasilas, y después se aparta cuando menos lo esperas. San Macario de Egipto —y no solamente él— nos habla de ese “abandono” al que Dios nos arroja, comparándolo con la lección que una madre le da a su hijo. Tal como la madre aparta su mano para que el pequeño pueda caminar por su propia cuenta, aunque a veces tropiece y caiga, así también Dios se aparta por momentos, para ayudar al asceta en su proceso hacia la madurez. Luego, si Dios actúa de esa manera incluso con los grandes ascetas, ¿qué sentido tiene que algunos predicadores quieran forzar a los demás a escucharles hablar insistentemente de Dios?
(Traducido de: Ierodiaconul Savatie Baștovoi, În căutarea aproapelui pierdut, Editura Marineasa, Timișoara, 2002, p. 83)